miércoles, 28 de diciembre de 2011

El renacimiento de los palacetes en ruinas. La Laguna (Tenerife)

Decenas de caserones del casco histórico de La Laguna permanecen en la actualidad deshabitados, convertidos en ruinas decadentes, que a pesar de sus puertas tapeadas, paredes descascaradas y techumbres cargadas de verodes siguen dando testimonio de un pasado lejano marcado por la opulencia del abolengo que hizo de ellos su hogar.
Hoy difícilmente haya familias que necesiten las 14 habitaciones que tienen algunas de estas casas y aunque las hubiera no ganarían lo suficiente para poder mantenerlas. Por eso muchos emprendedores buscan alternativas para aprovechar estos inmuebles. El espacio multifuncional Casa Albar, la Fundación Cristino de Vera de CajaCanarias y el hotel rural La Asomada del Gato son tres ejemplos de cómo resucitar de entre las ruinas a antiguos palacetes para darles un prometedor futuro.
Cuando la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1999, el casco no dejaba de perder población. Con la puesta en marcha del Plan Especial de Protección, en 2005, las tornas comenzaron a cambiar. Los incentivos fiscales, la flexibilidad en las intervenciones y las subvenciones que puso en marcha el Ayuntamiento, con la ayuda del resto de administraciones, impulsaron la rehabilitación de 90 edificaciones históricas catalogadas, mientras otras 38 que estaban vacías volvieron a tener inquilinos.
Imagen de la noticia

Pero aún quedan 65 casonas a la espera. Estas son las historias de las tres que no se convirtieron en escombros gracias a proyectos creativos:
Casa Albar
Inaugurada hace exactamente un año, se ha convertido en el lugar de moda. Tiene 1.200 metros cuadrados construidos. En la planta baja acoge locales comerciales vinculados a la gastronomía y la decoración, así como un restaurante. En la primer planta funcionan el consulado de México y diversas oficinas. La tercera y última planta se reparte entre salones de exposiciones y otros multiusos, donde se celebran eventos especiales y se dictan conferencias y seminarios, y el estudio de Alcuadrado, dirigido por Alberto González Martín-Fernández, propietario, arquitecto y constructor de la Casa Albar.
El edificio está ubicado en la plaza de La Concepción y fue edificado originalmente en el siglo XVIII. Es un ejemplo de arquitectura vernácula canaria que hasta su transformación en espacio comercial había funcionado siempre como vivienda. En su interior residió la hermana de Benito Pérez Armas, pero no hay constancia de otros ocupantes ilustres. A lo largo de los siglos se realizaron varias ampliaciones y transformaciones.
En 1993, Alberto González Martín-Fernández heredó la casa. "Quería evitar caer en el error de abrir los espacios comerciales de la fachada, la parte más noble, y dejar caer el resto de la casa, como hacen algunos", advierte el arquitecto. Su proyecto incluía todo el inmueble, lo que hacía que la intervención fuera muy cara. "Había que hacer una inversión millonaria y ser muy creativo para buscar la manera de rentabilizar ese dinero. Las instituciones públicas no miden este factor de rentablidad, por eso lo tienen más fácil", comenta el propietario.
Con ese objetivo, González inició una reforma guiada por la idea de hacer una casa luminosa, con espacios amplios y flexibles y una estructura y materiales que hicieran permeables los distintos ambientes a la mirada del visitante.
El nombre de la casa es sinónimo de blanco, el color con el que están pintadas todas sus paredes. "Quería evitar darle una connotación familiar al nombre y me pareció apropiado llamarla así porque siempre tuve la idea de pintarla de blanco. Es un edificio tan rico en elementos arquitectónicos que no imagino que pueda estar mejor en otro color", apunta su dueño.
En el primer aniversario de su puesta en marcha afirma que "el esfuerzo ha valido la pena". "Reconvertir una casa de estas en un espacio comercial es perfectamente rentable, no es una labor nostálgica", concluye.
Fundación Cristino de Vera
El primer antecedente histórico que se tiene de la casa del número 18 de la calle San Agustín data de su construcción a mediados del siglo XVIII. Su primer ocupante conocido fue Antonio Vizcaíno de Quesada, abogado de los reales consejos, teniente de corregidor y alcalde mayor de la Isla. A principios del siglo XX, pasó a manos de la familia Saavedra. Durante 20 años el arquitecto Fernando Saavedra tuvo su despacho en este edificio, hasta que hace en 2004 se lo vendió a CajaCanarias.
Dos años más tarde, los arquitectos Fernando Saavedra y su hermano Vicente, junto a Juan Pablo Rodríguez Frade, se pusieron al frente de la obra de transformación de la casa en la actual fundación dedicada al pintor Cristino de Vera. La idea seguía la tendencia iniciada a finales del siglo XX en el ámbito nacional de la creación de fundaciones o pequeños museos dedicados a pintores destacados de las vanguardias y el medio siglo. La primera de este tipo fue La Fundación Joan Miró de Barcelona, abierta en 1975.
Fernando Saavedra asegura que el inmueble tenía "muy deteriorada la piel". "Para transformarla, tuvimos que responder a dos retos: respetar la fachada, la estructura básica y todos los elementos principales, al tratarse de una casa protegida, como los pisos de tea o los techos artesonados; pero también convertir una antigua casa en un museo, creando itinerarios y espacios con dimensiones determinadas, incorporando un salón de actos y un sótano", explica Saavedra. El equipo finalizó las obras en un año y medio. Los Reyes lo inauguraron el 23 de julio de 2009.
La Asomada del Gato
En 2003, los hermanos José (64 años) y Candelaria Chinea (53) decidieron comprarle a una familia inglesa la casa del número 45 de la calle Anchieta para convertirla en un hotel rural con encanto. Al estar enclavado en plena ciudad, su definición puede parecer contradictoria pero se entiende cuando uno atraviesa la puerta y descubre un lugar acogedor y silencioso presidido por un patio cargado de plantas.

Los hermanos Chinea se habían dedicado al comercio pero no tenían experiencia en hostelería. "Nosotros nos vinimos a vivir a la casa con la idea de hacer algo que nos diera un puesto de trabajo, a nosotros y una sobrina", relata José.
La obra de rehabilitación duró cuatro años. Comenzaron con cuatro habitaciones y ahora tienen el doble. A sus huéspedes les sirven el desayuno cada mañana y el comedor se convierte en restaurante para grupos y eventos especiales, como la próxima Noche en Blanco, con Candelaria en los fogones.
Tras cuatro años al frente del hotel, los Chinea se muestran satisfechos con los resultados. "Hay que invertir mucho dinero en estas casas y siempre hay gastos de mantenimiento, pero nos va bien y disfrutamos del trato con la gente que nos visita", afirmaba el viernes Candelaria, mientras colgaba el cartel de completo en la puerta.
La Opinión

No hay comentarios:

Publicar un comentario