miércoles, 18 de julio de 2012

Lorca. Edificios en metamorfosis



Los terremotos de 2011 hicieron caer toneladas de cascotes a las calles. Los seísmos demostraron que las fachadas de la ciudad no estaban diseñadas para soportar una embestida tan violenta. Ahora, 13 meses después, centenares de edificios se encuentran en plena cirugía para reparar las heridas de los temblores y para convertir sus fachadas en elementos seguros.

¿Qué hemos aprendido de esa tragedia? Entre otras cosas, que la normativa de construcción sismorresistente, en vigor desde 2002, no era suficiente para un terremoto de esas características teniendo en cuenta los daños más comunes causados en los edificios que tenían que ver con la caída de revestimientos de las fachadas y de los antepechos que rematan su parte más alta. Estos defectos constructivos fueron los más peligrosos y la prueba es que provocaron la mayor parte de las víctimas de aquel desgraciado 11 de mayo.

Por eso, el ayuntamiento promulgó unas normas complementarias del Plan General Municipal de Ordenación (PGMO) que denominó 'Recomendaciones constructivas de adecuación sismorresistente' porque «la capacidad de legislar en este asunto no es municipal», aclara el concejal de Urbanismo, José Joaquín Peñarrubia.

Pero ¿se están cumpliendo esas recomendaciones? y ¿hasta qué punto hemos aprendido la lección? Si damos un paseo por la ciudad, a simple vista se observan muchos cambios que han modificado la fisonomía de fachadas y de elementos comunes del interior de cientos de edificios.

Iván Gea, gerente de la empresa de Administración de Fincas Fincadelia que gestiona más de 100 comunidades de propietarios en el municipio, asegura que los vecinos, en general, están bastante concienciados para que las reparaciones que hay que efectuar cumplan los criterios de seguridad, sobre todo en cuanto a los elementos que se puedan desprender de las fachadas. «Todos conocemos algún caso de accidentes producidos por la caída de petos o zócalos de los edificios» a consecuencia de los terremotos y «no queremos que esto se repita si viene otro de estas características».
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Añade Gea que son los propios vecinos los que quieren sustituir el granito o el mármol de la fachada por otro material «que no se desprenda tan fácilmente y colocar barandillas en lugar reconstruir los petos dañados en las terrazas». Lo que se está haciendo en muchos casos en el caso de las fachadas y zaguanes es dejar solo un zócalo de metro o metro y medio de revestimiento y enlucir el resto con cemento.

También se están siguiendo las recomendaciones de colocar los aplacados mediante anclajes que garantizan la estabilidad frente a acciones sísmicas, «eso al menos es lo que aseguran los constructores, ante el interés de los vecinos por saber si pueden volver a caer», dice Gea. Y es que son muy pocos los edificios de los que no se desprendieron planchas de granito o mármol con los terremotos.

Se busca lo barato
En los edificios con daños estructurales graves, los propietarios se han dejado llevar por los proyectos de reparación estructural de técnicos especializados a la hora de reparar pilares pero en las viviendas en las que los destrozos han sido menores, en los que las actuaciones se han ceñido simplemente a pequeñas reparaciones de albañilería, los vecinos han optado por seguir los consejos de las empresas constructoras para la rehabilitación.

«En estos casos han escatimado, han ido a lo más barato y no han querido gastarse el dinero en un informe técnico pese a que se lo hemos aconsejado», asegura Gea porque «los detalles también son importantes por insignificantes que parezcan».

En esas circunstancias, es fundamental si los vecinos han salido bien parados con la tasación de los daños del Consorcio de Compensación de Seguros. «Si hay poco dinero en la comunidad, se repara lo mínimo para poner de su bolsillo lo imprescindible», confiesa el gerente de Fincadelia.

Según el arquitecto Simón Ángel Ros,«los técnicos no tienen posibilidad de revisar si las cosas se están haciendo bien o no» por tanto «no hay control de si se están cumpliendo las recomendaciones constructivas, hay cierta dispersión»,añade el arquitecto para el que los terremotos «hicieron una radiografía de todos los puntos débiles de los edificios en décimas de segundo, nos echaron en cara en un instante cualquier detalle precario que pudiera haber». El arquitecto afirma que los seísmos han demostrado que «donde se han producido los daños ha sido en elementos de construción poco ortodoxa, como pilares y recubrimientos».

Las comunidades de propietarios están optando de forma generalizada por la sustitución de las tradicionales puertas de entrada a los edificios con pesadas rejas de hierro por otras más diáfanas y dúctiles de acero inoxidable. En muchos casos, dice Ros, «las garras de sujeción de las puertas de entrada estaban fijadas a elementos estructurales como pilares y esto era un disparate». El arquitecto afirma que «estamos insistiendo mucho en que las cosas se hagan bien pero cuando paseo por la calle veo errores que no se están corrigiendo».

En cuanto a los cerramientos de locales en planta baja clausurados con ladrillo porque no tienen actividad, «todos se cayeron hacia la calle porque el ladrillo empleado era demasiado fino», dice el concejal de Urbanismo. Ahora se están siguiendo las recomendaciones de «colocar una baldosa de mayor grosor» o un sistema de cerramiento ligero con perfilería metálica y placa de yeso.

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