martes, 14 de mayo de 2013

Reforma y ampliación del Museo San Pio V, la historia interminable.


El calvario político del San Pío V.
J.R. Seguí.
Tantos años para volver a lo previsto. Más de tres lustros de desidia institucional y falta de peso político frente al Gobierno central para que Valencia pudiera disponer de un museo de Bellas Artes ambicioso y de acorde con la calidad de sus colecciones. Más de veinticinco años de espera para encontrar una solución mientras otras ciudades españolas veían como el Ministerio de Cultura invertía y ponía en valor sus centros de referencia, o las autonomías incentivaban su patrimonio. 

Esa es resumen la historia de la ampliación del Museo de Bellas Artes de Valencia, San Pío V, un proyecto que comenzó diseñado por la Generalitat en manos de los socialistas y que el ministerio en manos del PP concluirá. Sólo con dos matizaciones. Una: la mitad del proyecto previsto para la quinta fase, una apuesta ambiciosa desde el punto de vista estructural y museística que consistía en dotarlo de nuevos accesos subterráneos, con nuevas salas, almacenes y la urbanización del entorno, se queda fuera pese a su irrisorio coste de seis millones de euros frente a tanto gasto suntuoso.
 

Dos: el proyecto que, supuestamente, durante los próximos tres años se realizará es casi el mismo que los socialistas establecieron y que el PP, en época de Esperanza Aguirre, tumbó con una excusa inexplicable y contradictoria. No se debía tocar la denominada sala Laporta. La misma que ahora el Ministerio sí suprimirá.

Fue en 1997 cuando el entonces Secretario de Estado para Cultura, Miguel Ángel Cortés, mano derecha de Esperanza Aguirre, frenaba por sorpresa el proyecto global heredado del Gobierno socialista en Madrid. La entonces ministra de Cultura, Carmen Alborch, lo puso en su agenda como una prioridad de su departamento. Siendo herencia socialista, el PP no podía aceptarlo. Así que, justificándose en la importancia de la denominada sala Laporta, que reúne elementos patrimoniales de diversos conventos pero rompe el recorrido del museo, tumbó la iniciativa. Pero existía otra clave: había que apartar del proyecto a Manuel Portaceli, envuelto entonces en la polémica del teatro romano y coautor junto a Álvaro Gómez Ferrer del diseño final que contaba con el apoyo de la sociedad civil y cultural.

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Desde 2002, cuando concluyeron las obras de la denominada cuarta fase-el acuerdo era que cada administración implicada debía asumir alternativamente el coste de cada una de las fases-todo ha estado paralizado. Las trabas políticas se sucedieron. Se reelaboraron los proyectos en repetidas ocasiones. El último, de hecho, es del pasado verano. Se dio con una solución alternativa. Se haría en su totalidad, pero por pequeñas fases, hasta cuatro.

Hasta ahí todo estaba claro. El Gobierno socialista, al final de la segunda legislatura de Zapatero, dotó una partida de 4,5 millones para que las obras pudieran comenzar. La Generalitat firmó el visto bueno. La directora general de Patrimonio era Paz Olmos, actual responsable de la pinacoteca. Pero el Ayuntamiento se negó a dar licencia de obras argumentando que no era necesaria. Eso decía. Así pudo dejar pasar el tiempo. Con el proyecto bloqueado y el dinero, finalmente, perdido. Hasta hoy. En 2014 empezará la rehabilitación del edificio noble. Será sólo eso. El resto quedará para la memoria.
Levante-emv

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